¿Quieres conocer realmente a un deportista que entrenas?, pues bien, mete en la coctelera: una competición exigente, con varios amigos de la misma pandilla, que se realice en tu pueblo o ciudad, un grupo de WhatsApp, una aplicación de Strava y muchas expectativas. El fracaso está garantizado.
Por muchos años de experiencia que tengamos, un buen entrenador que guíe nuestros pasos, la capacidad de raciocinio, auto-reflexión y autocrítica intacta, llega la hora de situarnos bajo una arco de salida en una competición y parece que todo se olvida. Aparecen las "supuestas" expectativas externas: "Tu nivel está entre los 30 primeros" y las expectativas internas "Yo no puedo quedar detrás de mis amigos" que unidas a la auto-exigencia hacen que la competición sea un fracaso. La situación se va fraguando en los últimos meses, cada vez más presión, unas creencias erróneas imaginadas se apoderan de tu cabeza y al final sales por encima de tu ritmo, intentas ser el mejor de tu grupo y al final solo consigues que la prueba salga peor que nunca y que no hayas podido disfrutar ni de los días previos ni por supuesto de la prueba.
Si te encuentras en esta situación, para, lee con calma el artículo y seguro que te va a cambiar la forma de afrontar la competición que estás preparando. Seguramente, si no haces caso a todas esas pseudo-expectativas que revolotean por tu cabeza harás la mejor carrera que podrías haber pensado. Gracias nueva mente a nuestra Psicóloga por "dar el clavo" con este tema tan interesante. Espero que sea de mucha ayuda.
LAS EXPECTATIVAS SON INEVITABLES
El problema viene cuando no logramos ceñirnos a lo que se espera de nosotros. Perdemos nuestro ¨premio¨, asumimos que hemos defraudado a los que nos rodean y, por lo tanto, sufrimos.
En el deporte las expectativas también juegan un papel muy importante.
Por una parte nos impulsan, haciendo que entrenemos y compitamos, cosa que quizás no haríamos sin ese empujón.
Por otra parte, al estar la percepción de “cuan buen deportista eres” tan focalizada en el resultado de la competición, un mal rendimiento en carrera puede desmotivarnos.
Deberíamos centrarnos en las relaciones sociales que hemos creado al entrenar, en el bienestar que nos ha reportado el deporte o en la mejora que éste ha supuesto para nuestra salud, pero parece que nada de eso tenga relevancia si quedamos mucho peor de lo esperado en la tabla.
Es un tema serio: los deportistas jóvenes están formando su autoestima a través del deporte, mientras que algunos veteranos usan la actividad para lidiar mejor con traumas del pasado.
Equivocarnos valorando nuestro esfuerzo puede ser muy contraproducente, creando jóvenes con un bajo concepto de ellos mismos o reviviendo fantasmas que creíamos superados a los mayores.
Somos seres sociales, queremos agradar, queremos pertenecer a un grupo, queremos demostrar que valemos a través de nuestro talento deportivo.
Sin embargo, una inferencia demasiada exigente con el rendimiento deportivo propio puede dar lugar a sentimientos de “no soy suficiente” o de “nadie me quiere en el grupo”, lo cual puede ser muy perjudicial en la salud mental del deportista.
Es un dialogo muy autocrítico e irracional que debe ser cuestionado y reemplazado por un pensamiento más realista e útil.
"Las altas expectativas pueden esconder un perfeccionismo extremo y una rigidez excesiva, tornándonos inflexibles a los cambios que se puedan producir".
¿Qué hacer en estos casos?
1. Mantener contacto con la realidad.
Conoce tus fortalezas y debilidades para que sean tus
aliadas. Es bueno ser ambicioso, pero con equilibrio. Hemos de fijarnos objetivos
realistas y alcanzables que nos reten a salir de nuestra zona de confort de
forma saludable.
2. Las comparaciones, con inteligencia.
A veces nos comparamos con los demás. Bien, siempre y
cuando tengamos una situación similar. Te gustaría competir de 10 carreras al
año, como tus compañeros, pero acabas de tener un hijo y has empezado en un
nuevo puesto laboral que te demanda mucho psicológicamente… ¿Realmente es el
momento de darlo todo en carrera? Es
importante un análisis previo, con inteligencia, acerca de nuestra situación
actual.
Cada persona es diferente y tenemos
que valorarnos por lo que somos, así conseguimos
respecto a nosotros mismos, no respecto a las personas que nos rodean.
3. Acepta que las cosas no siempre sale como
nos gustaría
A veces nos
esforzamos en nuestros propósitos, medimos hasta el último detalle para que
todo salga como esperamos y de repente,
ocurre un imprevisto y todo se tuerce. A veces no todo depende de nosotros y
aunque en ese momento puede frustrarnos mucho, al final, ¿Qué le vamos hacer? ¿Sería
sano seguir refunfuñando demasiado tiempo? No vale la pena.
4. Cuestiona tus expectativas
Ya he
mencionado un poco en el primer punto, pero es importante distanciarse de
nuestro pensamiento, mirarlo desde otra perspectiva, como si nos viésemos en
una película y observar cómo nos vemos.
A veces, tomando distancia, las cosas cambian y nos hacemos conscientes
de lo absurdo de nuestro comportamiento. Incluso puede que nos riamos de la
postura que queríamos tomar.
5. Mira qué es lo que te hace falta cuando te
exiges tanto.
¿Qué significa
para ti no alcanzar tus expectativas? ¿Crees que fueron expectativas realistas?
¿Sueles tener expectativas tan altas en tu día a día? Hazte preguntas hasta
llegar al origen de tus creencias. Lo más seguro que todo tenga algo que ver
con tu autoconcepto y tu autoestima.
6. Disfruta del camino
Un poco de Mindfulness en nuestra práctica deportiva. Disfruta
de tu entrenamiento de hoy, de las sensaciones, de la compañía, y lo demás, si
tiene que llegar, llegará….
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