¿Cuándo tu dedicación a
un objetivo pasa a ser una obsesión?
Todos en algún momento de nuestra vida hemos experimentado
esa sensación de ser incapaces de quitarnos una idea de la cabeza, ya sea
aprobar las oposiciones, una competición importante, adelgazar “x” kilos o bajar
de los 40 minutos en el 10k.
¿Cuándo pasa ese
pensamiento recurrente a convertirse en obsesión?
He aquí un cuadro donde podéis visualizar mejor las diferencias y así poder evaluar vuestra situación.
Este recuadro plantea las diferencias a grandes rasgos entre ambos estados, diferenciándolas con claridad, aunque es probable que en el día a día uno pueda alternar entre ambos niveles.
¿Cuál sería el elemento distintivo para saber que nos estamos pasando?
El tiempo, pero claro, para ello, debemos ser conscientes de nuestras
emociones, de nuestros pensamientos y, por ende, de nuestra conducta. Este trío
juega a favor y en contra de nosotros todos los días, y si nos dejamos llevar durante
demasiado tiempo, podemos perdernos y confundir lo que es real de lo que no.
Ahondemos un poco más: a menos que tengas la genética
perfecta, un amplio entrenamiento mental o años de guía espiritual, ser completamente
indiferente a los resultados externos no es realista. Todos sentimos la emoción de ganar, de
superarnos, y se nos hará imposible no compararnos con nuestros compañeros para
buscar mejorar.
Esa validación externa puede convertirse en una adicción, inundando
nuestro sistema nervioso, haciendo que de repente nos veamos inmersos en un
círculo vicioso de tener que esforzarnos más y supeditar nuestro bienestar al resultado
más reciente.
Así empieza el sufrimiento.
Aceptemos estos sentimientos e intentemos mantenerlos bajo
control.
Cuando hagas deporte, hazlo para mejorar y dominar tu
cuerpo-mente, no para ganar premios o tener mejores puntuaciones: estos
llegarán si eres capaz de disfrutar el aquí y ahora.
Este tipo de dedicación está vinculada a la salud, la
felicidad y en general, la satisfacción con la vida. Es una práctica continua,
consciente y tratada con cuidado.
En resumidas cuentas, la dedicación a nuestro objetivo puede ser un don o una maldición. ¡La buena noticia es que eso depende de ti! :)
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