domingo, febrero 11

EL CORAZÓN DEL NEPAL, QUE LATE CON FUERZA


Aquí os dejo las reflexiones de Glenn (Mesie Moustache) acerca de los porteadores y la gran exigencia física  a la que tienen que enfrentarse cada día para poder ganar algo de dinero. Una interesante reflexión que dejamos aquí plasmada: 

En todos los países nos encontramos con personas, situaciones y lugares que nos sorprenden, pero en nuestro viaje por las montañas nepalíes, éstas tres circunstancias se dieron a la par, por supuesto que los espacios abiertos, las cumbres vestidas de novia y las panorámicas infinitas forman parte intrínseca del entorno, pero aquí hemos de añadir un elemento del que no encontraremos parangón en ningún otro lugar del planeta, el factor humano.

La etnia Sherpa, una de las muchas que pueblan Nepal desde tiempos inmemoriales, es la predominante en los altos valles del Khumbu, en ese mundo mágico y helado, rodeados de las cimas más elevadas del planeta, de sugerentes nombres, como Everest, Makalu, Lhotse…los gigantes del Himalaya, y que habitan en pequeñas aldeas de casas pintadas de vivos colores, refugio para caminantes y abrigo para lugareños. Nombres ya casi míticos entre los aficionados a los trek: Lukla, con uno de los aeropuertos más peligrosos el mundo, Namche Bazar, centro de acogida para turistas y caminantes, buen lugar para aprovisionarse y tomar un merecido descanso, pertrechado de un delicioso capuccino, Tiangboche y su maravilloso Monasterio Budista y otros muchos, que jalonan el recorrido y dan soporte a nuestra actividad.


La especial y difícil orografía de la alta montaña complica la comunicación entre los distintos pueblos y aldeas, amén de las climatología, que durante muchos meses al año es casi inhumana, nieves y temperaturas glaciales, pero todas éstas adversidades son salvadas por ese factor humano del que hablábamos, la tenacidad, el valor y la fuerza sobrehumana de sus habitantes, el pueblo Sherpa.

Los senderos que serpentean, subiendo y bajando montañas, cruzando ríos de heladas aguas, reptando por interminables desniveles, tienen vida propia, la que les confiere el tránsito intenso, a veces con tintes de marea humana, alternando e hibridando a los foráneos y los locales, las grandes expediciones, las reatas de mulas y de vacas, transportando lo inimaginable a lomo y resuello. Pero entre todo éste entramado, hay una imagen que siempre destaca, sorprende y se admira con respeto, la de los porteadores, el alma de la existencia de esa forma de vida, el corazón…… que late con fuerza.

Con éstas palabras quisiéramos rendir homenaje a todos aquellos seres, de talla menuda, de pocas palabras y de enorme voluntad, que tienen como trabajo, y casi como misión, la pervivencia de un estilo de vida, de una dureza incomprensible para los demás mortales, capaces de transportar en sus escuetas espaldas los fardos más inauditos y pesados, los petates de los que visitamos su santuario, las provisiones, los materiales de construcción, los elementos necesarios para la subsistencia de los aldeanos, absolutamente todo viaja y se traslada gracias al esfuerzo humano.


Como algo que nos resultó curioso, durante todo el trayecto que hicimos en nuestra excursión, las rutas cuentan con numerosas paradas habilitadas para el descanso de los porteadores, en general poyetes construidos en piedra, diseñados para descargar con mayor facilidad, los enormes fardos y mochilones, que ellos llevan a las espaldas y ceñidos a la frente por una banda de tela. En esos momentos de solaz, los chicos ( y ocasionalmente alguna chica ) se ríen, toman un trago de agua caliente, fuman un cigarrillo y comentan la jornada, para poco después, volver a ponerse la corona de reyes de esas montañas, sin los cuales nosotros no podríamos disfrutar de ese maravilloso entorno.

Nos cuentan, con orgullo, que algunos de ellos son capaces de cargar hasta 100 kilos, y caminar durante varios días, subiendo desniveles importantes y respirando a más de 5000 metros de altitud, dónde el oxígeno se niega a pasear por el organismo, pero el fenómeno de la adaptación y la fuerza, tanto física como mental, les hace ser sobrehumanos.


Durante nuestro trekkin, los compañeros hemos comentado en repetidas ocasiones, la manera tan especial de ganarse el pan que tienen los porteadores, y pensamos que si se modernizara el país, transportando los materiales vía helicópteros, la vida les sería más fácil, pero al tiempo, nos planteábamos qué acaecería con todos esos chicos sin su salario, que aunque muy modesto, seguro ayuda a sus familias a cubrir sus necesidades. Es complicado comprender los entresijos de otras culturas y de otros mundos.

La mejor forma de agradecimiento es la de ir a Nepal, volver a recorrer sus innumerables vericuetos, empaparse de las fabulosas vistas, y darles la ocasión de que sigan trabajando.




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